
La rosa roja que me regalaste
la sembré en mis latidos,
regándola de caricias
y ternuras para hacerla crecer.
En su florecer más sublime
veo tus ojos apasionados
mirándome fijamente
mientras te hablo con dulzura.
El rocío la baña de frescura
invitándome a contemplarla
con ilusiones de que mañana
vea un jardín de rosas junto a mí.
Sus pétalos rojizos y radiantes
me hipnotizan de hermosura
impregnándome de su polen
con aroma a tu piel.
El amanecer es mi predilecta
porque tu rosa me despierta
con suspiros que te nombran
y besos que me mandas con amor.
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